No te vimos besando el papel tapiz
escondiendo con celo tus cadenas
Arrastrando tu anclaje en duelo
con desencarnada violencia
Haciendo de la tierra tu morada
que defiguraba tu reflejo
y humedecía tu espalda
¿Como reconocer a tu propio verdugo
si hasta el césped más verde
abraza su cárcel con pasional embrujo?
Cuando despertamos te habías ido
con el amanecer como silencioso testigo
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