El recuerdo de la laguna
El silencio que es verbo
Nadar desnudo en un estanque que arde de mentiras
Hundir mis pies en un mar de necia galantería
Llegar a tu garganta
Que mis manos se vuelvan azules
Que se confundan en tu rostro púrpura
Morir en tus costillas
Desde adentro
Desde acá se ve mejor
Sumergida en el caparazón de alambre no me importa el nido que no alfora
Me olvido que estás acá, me pierdo en tu testarudez, incapaz de ceder ante la misma letanía, sosa, opaca
No veo tus ojos como ciénagas inmundas, secas, descascaradas
No escucho tu cadena de sentencias acartonadas
Podría habérsete creído un adversario ausente, que nada podía aportar a la situación
Tenías razón -musitó- no es muy cómodo apoyarse en el borde de la fuente
Y todo volvió a formar parte de aquel inquebrantable acuerdo tácito en el que se sucedían los días
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