Una muñeca de huesos de pájaro

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La acherontia styx tiene la propiedad de imitar el aroma producido por las abejas, lo cual le permite entrar en una colmena sin ser atacada para conseguir miel.

domingo, 6 de octubre de 2013

Ceci n'est pas un poème

de ''el coleccionista de moscas''
fragmento encontrado en un cajón. 
papel amarillento, caligrafía de adolescente boba.

No nací para esto. No soportaba el sonido de las uñas rozando su cráneo  el baile de los dedos entre su pelo sucio, su falsa respiración entrecortada.
No quería un beso en la mejilla, ni un plumero en la mano, ni una sonrisa imperturabable.

El hombre gris, chapoteando en un río de pegajosa costumbre, me recuerda a la fruta en su cárcel de madera. 
Se confunde con la oruga que carcome las raíces de la esposa-árbol. Es el tren entre los cubículos. 
Es ponerle nombre a esta nada. 
Suelo, para sentirnos sostenidos. Cielo, para sentirnos cobijados.
Suelo, la cumbre de la humillación. Cielo, el norte perpetuo.
Es construír fantasías para no tener que levantar la vista. Para olvidar nuestras limitaciones.
Vestirse con risas silenciadas, escudarse tras máscaras afónicas. 

La naturalización de la hipocresía.
Un jarro de moscas.
Otro igual.
A unas se las alimenta en exceso, proliferan rápidamente y mueren por superpoblación. A las otras se les alimenta de manera austera, y resultan, en consecuencia, más longevas.

Pero algo no funcionó para mí. En todo momento, mis manos palpan vacíos de mil matices.
La bailarina de porcelana se cae del placard, se deshace su pequeño rostro en miles de astillas.
La bailarina de papel se ríe en su cajón, con los ojos inyectados de sangre.
Leyes tan humanas.
Tan humanas.

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